César Arancibia |
Muchos de ustedes no tienen idea
de quién soy, por lo cual les cuento que, orgullosamente, soy uno de los sobrevivientes
a esta Universidad, por fin Bachiller de Economía y Negocios Internacionales. Dicho
esto, creo que deben estar odiándome porque cada vez que me encuentro con algún
amigo estudiando o con alguien a quien le enseñé o ayudé con algo, me dice “que
suerte la tuya de ya no venir a las 7:00 am”, o me envidia porque ya no tengo que “quedarme en
la Universidad hasta 10:00 pm, dar parciales, finales, sábados de clase y
domingos de recuperación”, etc. En realidad, pues si, tienen toda la razón y
sólo diré algo en mi defensa: yo también sufrí y ¡para qué!, lo disfruté.
Con respecto a la Universidad,
puedo decir que, casi literalmente, fue mi casa durante los últimos 5 años,
pues prácticamente me iba a la pensión o al departamento solo para dormir. Esto,
no solo por que los cursos demandan un poco de tiempo (bueno, en algunos casos te
aniquilan), sino porque también aproveché los entrenamientos de Bruno en la
cancha de basquet, ayudé a los alumnos de riesgo que Meza me encargaba antes de
que él los degollara, apoyé a Mariangela
y a todo su equipo con la instrucción a los cachimbos, y ahora con el
voluntariado juvenil de lucha contra la pobreza “Lima Microfinance Initiative”
que co-fundamos con chicos de ESAN, UP y PUCP. En pocas palabras, convertí a
ESAN en parte de mi familia.
A medida que escribo esta reseña
me doy cuenta de que la pasé muy bien, pero no todo fue color de rosa. El
comenzar y crecer con la universidad venían en un solo paquete que traía cosas
como tener siempre (sí, y no exagero) cursos
desde las 7:00 a.m. y horarios extremadamente partidos (con un curso por
cada horario). Algo maravilloso es que nunca sabes cómo serán tus exámenes, ¿qué
emoción, no? ¡Ja! Yo lo calificaría desde interesante pasando por dramático y
llegando, en algunos casos, a causante de niveles de pánico impresionantes. Por
otro lado, algo que nos ha hecho poner más de una cara larga fueron los
engorrosos trámites administrativos que
se han ido perfeccionando con el paso de los años, bueno por lo menos esa era
la idea. Además, ¿cómo olvidar las excavadoras y demás máquinas ruidosas a
metros de tus salones de parciales y finales? Hoy todas esas anécdotas me hacen
sonreír, aunque en su momento, como ustedes, las detestaba.
En fin, me pidieron que dé una
opinión en mi calidad de Bachiller sobre mi vida en ESAN y, a pesar de escribirla
desde la oficina, confieso que aún me siento como un estudiante. Es como cuando
cumples 20 años, meses después aún te cuesta un poco asimilar que ya estás en
otra y que, obviamente, te pedirán cosas distintas y tus comentarios tendrán
que ser acorde a tu edad. Ergo, mi consejo para ustedes será: disfruten y aprendan
de la universidad, no solo de los excelentes, buenos y no tan buenos profes, sino
de todas las cosas que les permitirán jactarse de que vivieron en carne propia
cómo se generaba una cultura universitaria, una institución tan importante; de
que fueron testigos de cómo, con sus cosas buenas y malas, esta entidad empieza
a formar parte crucial del futuro de sus hijos. Es un gran reto, sí, pero nos
estamos preparando para grandes cosas, grandes desafíos, y, donde elijan
desempeñarse laboralmente, siempre pedirán lo mejor de lo mejor, o sea, nosotros.
Si me preguntan si estoy orgulloso de mi universidad, diría que sí, recontra
orgulloso.
Contacto: cesar.arancibia@limamicrofinance.org